Ropaje gris de golondrinas
matizan la tarde náufraga
que acuna mis esperas,
mustios latidos
desnudan las sombras
teñidas de alamedas.
Un silencio de abril
sobre el follaje despeina su rocío
y en la magia del paisaje
bebe los secretos de otra piel
que busca renacer
en la mirada de impávida luna.
Mientras al borde del abismo aguardo,
en la esquina de los tiempos
cae, nocturnal, su manto
y un vaivén de estrellas
ejecuta su canto
refugiándome, visceral, su pluma de plata.
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