Una suave brisa se mece
y con ocres mariposas viste las aceras
mientras en sueños de antaño
se desnudan los árboles
jugando en colores
entre pétalos y atardecer.
Sombras de pájaros en despedida
tejen un manto de nubes
ocultando heridas en hilos de lluvia
para acaecer, sublime piel,
en el aroma del silencio
en el murmullo de sus huellas.
Ya atiza la noche, oscuras pupilas,
la tiniebla agorera
que descubre su orfandad de estrellas
más allá del suspiro azul
de este otoño que se cuela
entre sábanas y noches ajadas.