La luna desvela las calles frías de tiempo
desafiando su nocturno paisaje
y en remolinos de luz
atisba las alas de viejas golondrinas,
jugando cual candil como siluetas
que germinan en una esquina del corazón.
Ondean los sueños tejidos de alamedas
surcando puentes de soles cansinos
para ceñirse de valles y de horizonte
y crecer en la lumbre
de antiguos conjuros
bostezando, inmaculado manto del invierno.
Cuando misterioso velo de las hadas
teje rocío y sangra ocaso
sobre la blanca almohada de los deseos,
juegan y tropiezan las horas
y en las madrugadas silentes
se tiñen de nieve los colores del Alma.