Un rezo de luciérnagas
viste la penumbra alada
de celestes fantasmas,
se dibuja un atardecer
ataviado de cenizas
en el insomnio perpetuo de las rosas.
Hay una eterna vigilia de libélulas
sobre una hojarasca de arena y rocío
huellas en el hastío de esta soledad
de cielos y espejos rotos
que despiertan auroras
en el nocturno beso de la luna.
Son heridas de polvo y tiempo,
cachetada de sol
en el ropaje gris del alma
abriendo las ventanas de ayer
ya suenan las trompetas…
tu voz me salva.