Un sol naufrago de heridas
bebe el desierto huérfano de calendarios
que amanece acantilado
al abrigo de este viento enmarañado
de penumbra y letanía,
pintando paisajes con bronce y hojarasca.
Oráculo de mar
sobre el murmullo de las horas
hilvana rasguños de bruma y misterio
sobre una pira silente de arreboles
deshojando el velo
transparente de la tarde;
para alumbrar recuerdos de tiempo y arena
en la piel inmemorial de este lucero,
que en los espejos de oriente
abraza, vendaval de otra aurora,
la inmortalidad que cobija
la profundidad más azul del horizonte.