Mariposas de ocre vestimenta
recogen el perfume de la aurora
y en un soplo de cielo y bronce
se asoman a la ventana del tiempo
jugando en columpios de ocaso
para acechar en la magia del otoño.
Quimera de sol cincela el horizonte
abriendo la jaula a mis pájaros
de inmaculado fuego
y en tempestad
de hojarasca dorada
despoja el lánguido aliento de la noche.
Hay un jardín herido de nostalgia,
una palabra que nace de las rosas
cubiertas de rocío
que adornan la alfombra
de mil hojas marchitas
durmiendo su sueño de vendaval.
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