En la inquietud del alma
se agolpan los silencios del pasado
tejiendo hilos de onírico juego,
son huellas dormidas en la lumbre del otoño
mientras una luna ausente
despierta en el óleo marchito de las flores.
Sendero al antiguo templo
que corona cicatrices en abril,
una niebla secular devora las señales
a espaldas del tiempo
y asomando plegaria de otra aurora
amalgama el perfume de la lluvia;
cual laberíntico vendaval de mareas grises
dibujando las mejillas de la tarde
renacen en palabras, en versos
fragmentos de luz que se posan
en los párpados abiertos, en pupilas celestes
emergiendo más allá de la mortaja del invierno.
0 comentarios:
Publicar un comentario