Atardece en los espejos del invierno,
el tiempo, difuso, tiñe el horizonte
mientras el viento sopla
en los ojos marchitos
de un firmamento sin lunas.
Un sol vestido de nácar y caracolas
cubre las huellas, desnuda
el alma sueña entre las flores,
luce diadema de luciérnagas
y bosteza un destello de mariposas.
El oráculo invisible del destino
teje su trama de intriga y coraje,
crepita la hoguera que aroma los ocasos
aun cuando la nostalgia se mece
en los claroscuros de mi pluma.
Hay un revuelo de pájaros que rompe la monotonía,
en mil partículas de universo
surcando el manto huracanado
que despeina esta hojarasca
y en la fría luz venda mis manos y mis noches.
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